Poseer y sentir el ritmo es algo muy natural en el ser humano por lo que éste, se encuentra presente en la mayoría de juegos infantiles.
El ritmo tiene el valor de ser un regulador admirable de los centros nerviosos, facilitando la relación entre las órdenes del cerebro y su ejecución por las partes del cuerpo.
No se trata de que el niño aprenda música, sino de que adquiera una progresiva capacidad para servirse de este procedimiento de expresión.
La precisión rítmica depende de la capacidad motriz del niño, a la vez que la favorece, es un proceso lento que se ha de ir trabajando progresivamente.
El punto de partida para la educación del ritmo ha de ser el cuerpo, convirtiéndose la maduración motriz en un factor condicionante de la capacidad de expresar sonoramente los distintos ritmos.
En este sentido, podemos afirmar que la base verdadera del ritmo se encuentra en el movimiento corporal.
En este sentido, podemos afirmar que la base verdadera del ritmo se encuentra en el movimiento corporal.
El ritmo es por tanto, el elemento de la música que incide con más fuerza en la sensibilidad infantil y es a través del movimiento cómo el niño lo percibe.
El trabajo del ritmo en nuestro cole, ocupa una de las principales actividades que desarrollamos; las canciones motrices constituyen el medio a través del cual se sintetizan las dos áreas de conocimiento, la educación física y musical.
El ritmo tratado a través de las canciones, presenta sus dos aspectos más significativos: el ritmo y el movimiento, y el ritmo y la palabra. Las letras de las canciones permiten al niño y a la niña conectar su aprendizaje con su experiencia del día a día.
Para los niños/as cantar, bailar, constituyen un acto espontáneo que desarrolla la capacidad de expresión artística y afectiva, contribuyendo al desarrollo global de su personalidad en sus tres dimensiones: física, intelectual y afectiva.